“Trabajar con las familias del Programa Rescate Lector para la Integración Escolar implica mucho más que observar avances cuantitativos, como la cantidad de palabras que el estudiante lee por minuto cada mes para determinar si progresa o no. También se requiere de un enfoque cualitativo, en el que los avances no siempre son medibles y en los que aspectos como las destrezas, el estado de ánimo, la motivación y las habilidades-que tanto el estudiante como su familia demuestran día a día-no pueden traducirse en números.

Si bien es cierto que la evaluación permite categorizar el nivel de desempeño y elaborar planes de acompañamiento, también puede volverse un arma de doble filo. Esto sucede cuando no se comprende ni se comunica claramente a la familia y al colegio que un “diagnóstico”, aunque importante, no define al estudiante ni determina la calidad de su aprendizaje. Un diagnóstico orienta, pero no limita; cada estudiante es mucho más que una etiqueta, es una historia y un proceso único; el que este año en este programa he vivido con mayor compromiso y dedicación.

La motivación es fundamental, porque alimenta el proceso de aprendizaje desde el ámbito del estudiante y del educador. En este sentido, es esencial que al iniciar la sesión el profesional se permita romper la máscara de “persona seria” y no tema al ridículo, al “qué dirán” o a reconectarse con su lado más lúdico e infantil. La motivación del educador cumple un papel central en este proceso, pues transmite entusiasmo, cercanía y confianza, factores que inciden directamente en el

estudiante. En definitiva, si el educador no disfruta del proceso, difícilmente logrará que el estudiante lo haga.

En este punto surge la pregunta: ¿qué ocurre cuando una de las dos partes no está motivada? Aquí comienza lo interesante. En mi caso, debo recurrir a diversas estrategias para generar en los primeros minutos la motivación necesaria para captar la atención del estudiante, considerando que no siempre está completamente concentrado. Por eso, integro herramientas TIC, especialmente la aplicación WordWall. Su facilidad de uso y el enfoque basado en la gamificación permiten mantener la atención, reforzar la participación y transformar la sesión en una experiencia significativa, al incluir puntajes, retos y diversas formas de presentar la información.

Otro aliciente para el aprendizaje es el vínculo que generamos con nuestros estudiantes, pues no debemos olvidar que trabajamos con niños que, al igual que nosotros, necesitan sentirse comprendidos, valorados y motivados para aprender. Motivación que se incrementa con la presencia de las familias y su nivel de involucramiento, pues este núcleo cercano es el pilar fundamental dentro del proceso de intervención, ya que son las familias-al finalizar cada sesión-las que al comprometerse con el aprendizaje de sus hijos adquieren las herramientas y estrategias necesarias para reforzar la lectura en el hogar, generando continuidad y coherencia entre lo que se enseña y lo que se practica. Y principalmente, es evidente que los niños perciben el interés y la valoración de sus avances, lo que fortalece su autoestima, compromiso y motivación hacia el aprendizaje.

Involucrar activamente a las familias en las sesiones, permite construir un vínculo que trasciende la enseñanza mecánica y se transforma en una experiencia verdaderamente significativa. Si lo pensamos, las familias no acompañan a sus hijos e hijas dentro de las salas de clases cuando asisten al colegio, suelen quedar en un segundo plano, como observadoras externas del proceso educativo, dependiendo muchas veces de lo que el estudiante quiera compartir al llegar a casa. Cuando el niño o la niña no desea hablar, está cansado o simplemente no se siente cómodo para contar cómo fue su día, es posible que la familia no llegue a conocer realmente lo que ocurre en esas cuatro paredes. Por ello, el acompañamiento psicopedagógico que brinda el programa mantiene informadas a las familias sobre el trabajo realizado en cada sesión.

El contacto constante permite que las familias comprendan el proceso, valoren los avances y se involucren de manera más consciente en el aprendizaje de sus hijos. De esta forma, la intervención deja de ser un esfuerzo aislado del profesional y se transforma en un trabajo conjunto, sostenido por la colaboración, la comunicación y la confianza mutua, porque son las familias quienes nos abren las puertas de su vida cotidiana, confiando en nuestro acompañamiento profesional. Por ello, tenemos la responsabilidad de ofrecer un trabajo respetuoso y ajustado a sus características, valores y dinámicas. En este sentido, nuestra labor también implica adaptarnos a cada una de ellas, comprendiendo su realidad y construyendo juntos un proceso educativo significativo y coherente, en el que debemos abordar diversas situaciones-más allá de lo pedagógico-ofreciéndoles contención, lo que ha sido uno de los mayores desafíos de este año dentro del programa. Por ello, en mi acompañamiento lector busco resaltar lo positivo y valorar los pequeños avances, tanto del estudiante como de su familia. De esta manera, intento disminuir los niveles de ansiedad y frustración que suelen acompañar estos procesos, transmitiéndoles siempre la idea que un diagnóstico no debe convertirse en un obstáculo para aprender, sino en una oportunidad para comprender mejor las propias necesidades y aprender a convivir con ellas. Cada persona tiene su ritmo: algunos aprenden más rápido, otros más lento, pero todos pueden aprender. Y si en nuestro caso, nos toma cinco o seis meses llegar a leer pequeñas oraciones-aunque no sea de manera fluida-lo considero un gran logro, fruto del esfuerzo conjunto y del compromiso compartido.

Para mi este programa ofrece un espacio de acompañamiento preventivo y personalizado, permite actuar antes que las barreras lectoras se consoliden o generen mayor frustración en los estudiantes y sus familias. Me permite trabajar con quienes presentan retrasos o desafíos en la lectura y escritura, brindando estrategias concretas que se pueden aplicar tanto en la escuela como en el hogar. Además, el programa promueve la continuidad y coherencia entre los aprendizajes, evitando que el estudiante se sienta aislado o que su progreso dependa únicamente del contexto escolar, me permite generar un puente entre la escuela y la familia que favorece el desarrollo de habilidades académicas y socioemocionales de manera sostenida”.

 

Camilo Jara, Psicopedagogo Programa Rescate Lector para la Integración Escolar